Tengo 39º de fiebre. Sólo en la última semana he vivido la detención y posterior tortura en comisaría, de las que marchaban por recuperar la dignidad de la vida. Un chico ha perdido un testículo y otro ha perdido un ojo. Miguel, de 21 años, ha entrado en prisión preventiva por una acusación sin pruebas y bajo un procedimiento, cuanto menos, sospechoso. He estado en la militarización de la universidad por parte de la UIP con el permiso de su rector, José Carrillo, donde algunos de sus profesores exaltaban el valor de lxs estudiantes que iban a clase durante la huelga, en vez de el de las que luchaban por lo que es de todas. En esta semana han detenido a más de esas 50 compañeras que se encerraron en vicerrectorado para denunciar las tasa abusivas e impagables de la universidad y reconquistar las becas que parece que se disuelven por la nariz de los de arriba. Acaban de condenar a dos años de prisión por escribir al rapero Pablo Hasel y ha fallecido Isabel Aparicio en la cárcel por recibir nula atención médica. No es una semana excepcional. El momento que vivimos convierte en brutal normalidad la humillación, agresión, persecución, detención, multa, tortura y muerte de las personas que están luchando en la calle. La violencia de Estado comete todas las vulneraciones de los derechos humanos que le son posibles. Ver sufrir a la gente que amas sólo por que quieren un mundo nuevo te llena de amor y rabia. Todas reflexionamos y nos replanteamos si lo que hacemos sirve para algo. Ayer volví a clase, con mis ojeras, mis anginas inflamadas y mi incipiente fiebre. Me senté siendo consciente de que la mayoría de las personas que me rodean en los pupitres de la facultad no tienen idea de todo lo que ha ocurrido en tan solo siete días, ni tienen amigxs a los que las fuerzas de seguridad del Estado les han dado una paliza hasta que mearan sangre. Cuando nos pasaron la hoja de firmas vi que algunxs alumnxs habían ido a clase los días de huelga, mientras el profesor comenzaba a hablar desde su tarima sobre el conocimiento de los "hombres". Nada había cambiado y me sentí sin energías. Entonces Óscar, que es mi amigo a pesar de nosotras mismas y a pesar de un millón de discusiones en las que sé que he conseguido sacarle de quicio, me dice que le he jodido la vida. Dice que por mi culpa ha tenido que volver a revisar el libro que está a punto de publicar para quitar todas las violencias machistas que pensaba que se perpetuaban en él. Seguramente Óscar no entendió por qué le di el primer beso desde que nos conocemos, pero espero que lo esté entendiendo ahora. La lucha por un mundo nuevo no es romántica, es una verdadera mierda que implica toda tu vida. Juegan con nuestro miedo, nuestra integridad, nuestra salud, nuestra vida y con la vida de las que más queremos. Nos privan de la libertad para ejercer la violencia ante la cual estamos más desnudas. Pero no volvamos a decir nunca que lo que se hace en la calle no sirve de nada. La revolución que llevamos a cabo nos cambia a nosotras mismas, cambia las raíces de nuestro entorno y acabará cambiando el mundo. Que seamos pocos cuerpos cambiando el sistema, sólo significa que esto tardará un poco más. Gracias a todas mis compañeras detenidas por luchar, a todas las que esperaron a que salieran de madrugada pasando frío y sin haber dormido en noches. Gracias a todas las que construyen sororidad, cuidados y afectos sin apenas conocernos y a las que lo hacen porque ya nos conocemos de otras tantas. Gracias a la herida que tiene María en la cara que la hace estar más bonita que nunca y gracias a todos esos abrazos de las que saben lo que está en juego. Irene Redondo Twitter: @feminazida